trastornos de la personalidad


    en el ámbito escolar, se denominan como severos trastornos de la personalidad (STP) aquellos cuadros de índole psicológica que, por su magnitud, producen en el niño o joven dificultades para aprender, para relacionarse y para lograr una conducta organizada. Sin embargo, delimitar lo normal de lo patológico en el campo de la salud mental es una tarea compleja y discutible. La definición de salud y de enfermedad desde el punto de vista psicológico nunca puede desligarse del momento histórico y científico, así como de diversos criterios teóricos. El problema es mucho mayor en el caso de los niños y de los adolescentes ya que, al tratarse de un psiquismo en construcción, sus conductas son cambiantes y lábiles, caracterizadas por crisis y conflictos en los que aparecen situaciones que en el adulto serían calificadas de patológicas, mientras que en el niño son absolutamente normales y deseables, ya que corresponden a ese proceso de desarrollo. Sin embargo, en un niño con dificultades emocionales de cierta gravedad, esas conductas esperables perduran en el tiempo y se instalan definitivamente, o bien adquieren una magnitud superior y exagerada que las hacen patológicas. Por ello, al hablar de severos trastornos de la personalidad, nos referimos a situaciones que, por su gravedad y por su cronicidad, ya están instaladas en el niño o joven. A grandes rasgos se pueden establecer dos tipos de patologías que se inician en la infancia. Las menos graves son aquellas en las que aparecen aspectos excesivos de esas situaciones esperables anteriormente mencionadas pero, si la contención familiar no les da adecuada respuesta, el niño va constituyendo su aparato psíquico con dificultades desde el punto de vista afectivo; por ejemplo, temores desmedidos, somatizaciones inexplicables, apatía, dificultades para separarse del entorno familiar, entre tantas otras. En estos casos, los conflictos en la estructuración del aparato psíquico aparecen recién alrededor de los 3 años y están en relación directa con la vivencia del complejo de Edipo, la estructuración de las instancias psíquicas (ello, yo y superyó) y las incipientes relaciones entre ellos. Es en este período de la vida cuando se instalan las futuras neurosis pero, en general, quienes padecen esta afección psicológica no suelen presentar dificultades de tal magnitud como para formar parte de este grupo en el ámbito escolar. El segundo tipo de patologías es mucho más serio y surge ya desde los primeros momentos de vida, cuando la dependencia del adulto es absoluta, por lo que el desarrollo se ve trastornado por completo, se dificultan directamente las posibilidades del niño de estructurar su aparato psíquico y aparecen, por ejemplo, falta de lenguaje, desconexión, reacciones desmedidas e inexplicables, incapacidad para jugar y para relacionarse con otros, etc. Se trata, entonces, de las psicosis infantiles, que también suelen denominarse trastornos generalizados del desarrollo. Nos encontramos con personas que tienen grandes dificultades para relacionarse con la realidad, que es sustituida por el propio mundo imaginario. Dentro de este grupo es donde se ubican más frecuentemente los severos trastornos de personalidad. A estas patologías se les suma la conducta antisocial, descripta por Donald W. Winnicott, la cual hace referencia a niños y a jóvenes que, durante los primeros años de su vida, han tenido hogares y figuras paternales satisfactorias pero que, por causas ajenas a la voluntad, han perdido ese apoyo y responden a la pérdida con un profundo resentimiento e incapacidad para tolerar la frustración, lo que se manifiesta en forma de actividades delictivas, formación de pandillas y trasgresión constante y deliberada de las normas sociales.

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Publicado el 15/06/2018.