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Con esas palabras se ponía término al proceso romano de la formación de sus leyes. Sé iniciaba con la promulgatio: conocimiento que el magistrado debía anticipar al pueblo al convocarlo para la asamblea. Reunidos el pueblo y los magistrados, después de invocar, el que de éstos dirigiera la reunión, el favor de los dioses (el auspicium), y tras constituirse propiamente en asamblea se leía el proyecto de ley y se requería al pueblo para que lo aprobara (rogatio). El sufragium, la votación, sólo podía consistir en la aprobación (Uti togas) o en el rechazamiento. El Senado intervenía posteriormente para confirmar la decisión popular.
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Publicado el 15/06/2018. |