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verdugo

m. Vástago o rama tierna que brota del árbol después de podado. Espada angosta, estoque. Azote hecho de materia flexible. Señal que marca el golpe del azote. Ministro de justicia que ejecuta la pena de muerte. Aro de sortija. Persona muy cruel o que castiga sin piedad. fig. Cualquier cosa que atormenta o molesta mucho.

sustantivo masculino ( m.) Botánica (Bot.) Renuevo o vástago del árbol.
• Estoque muy delgado.
• Azote hecho de cuero, mimbre u otra materia flexible.
• Roncha larga o señal que levanta el golpe del azote.
• Funcionario de justicia que ejecuta las penas de muerte.
• Aro de sortija.
Zoología (Zool.) Alcaudón, ave.
• fig. Persona muy cruel o que castiga sin piedad.
• fig. Cualquier cosa que atormenta o molesta mucho.
Construcción (Const.) Hilada de ladrillo que se pone horizontalmente en una fábrica de otro material.
Arquitectura (Arq.) Moldura convexa de perfil semicircular.

verdugo en el Derecho Usual

Renuevo de un árbol. Azote que se hace de cuero u otra materia flexible. Persona encargada de ejecutar por sí sola la pena de muerte; ya que la palabra verdugo no se da a los piquetes de ejecución, ni siquiera al oficial o jefe que los manda. Antiguamente, el ministro de la justicia encargado de los castigos corporales; como los azotes, la marca y el tormento en general. Todo el que descuella por su crueldad. falto de piedad. Molestia, tormento.
P El triste oficio de verdugo, necesidad de los Estados en que perdura la pena de muerte en el Derecho Penal Común (ya que en el militar suele ejecutarse mediante el fusilamiento) el funcionario que ahorca, guillotina, decapita electrocuta o cualquiera otra forma cumple la sentencia capital contra un reo, o contra la víctima de un error judicial o de un crimen, de un poder tiránico suscita la repulsión social, que se concreta en rehuir su trato. En ello no deja de existir el mismo contrasentido que en quienes dirigen a la mujer, a veces sin excepción alguna, el calificativo .de prostituta en su forma abreviada y más soez, cuando íntimamente apetecen que eso fueran todas, para ceder a los caprichos y a la sensualidad oculta del difamador; porque los más de los que abominan del verdugo son los que lo exigen, por condenar a la muerte en su furor a cuantos difieren de su criterio, y reclaman mano dura contra asesinos, ladrones, falsificadores de moneda e incluso para los que atentan contra la honestidad de sus parientas.
En realidad, salvo la repulsión que pueda encontrarse en la ejecución material, el verdugo es el último eslabón de la justicia mortal, establecido por el legislador que señala la pena, puesta en marcha por el reo, dispuesta por el tribunal sentenciador, aceptada tácitamente al menos por el Poder ejecutivo o el jefe del Estado que no han indultado al reo, y completada por los agentes de la fuerza pública y de las prisiones que conducen a los ajusticiables al lugar de su ejecución, y los sujetan o inmovilizan de alguna manera, para facilitar el escaso minuto en que el verdugo cumple su deber ingrato.
En crisis la pena de muerte, salvo por motivos políticos, el oficio de verdugo se encuentra en decadencia. En tiempos aun no muy lejanos, cada tribunal importante, como las audiencias territoriales, contaba con su verdugo, cuya «clientela» estaba asegurada con varias ejecuciones por año. En la actualidad, es frecuente que exista un solo verdugo en ejercicio, y que tenga prolongadas vacaciones entre sus actuaciones.
De ahí que la retribución, antaño casi siempre por sueldo, tienda a sustituirse por la de un tanto por «servicio»; sistema muy censurado por cuanto parece parodiar la agravante de precio que en el homicidio basta para convertirlo en asesinato.
Penalmente, la muerte dada por el verdugo, aun concurriendo el precio como se ha señalado, la premeditación (e incluso el- estudio del medio de ejecución) y la alevosía (pues la víctima se encuentra generalmente sujeta), encuadra dentro de las eximentes de obrar en ejercicio de un derecho (por su nombramiento y designación de verdugo), en el cumplimiento de un deber (el impuesto por su cargo) y en virtud de la obediencia debida a los tribunales que han impuesto la condena capital., (v. EJECUCIÓN DE LA PENA DE MUERTE.)

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